Sentada en su escritorio, no separaba su vista de la pantalla del ordenador que la consumía por dentro. Solía pasar horas y horas atada a esa máquina que lejos de acercarle el mundo, le distaba cada día más de su familia. El exceso de trabajo siempre fue una merma en su relación, nunca supo separar lo personal de lo laboral, por eso y sólo por ese motivo, ahora se enfrentaba a un divorcio que no tenía vuelta atrás. Se sentía tan desgraciada que no podía dejar de mantenerse ocupada y el ordenador soportaba esa tensión que sólo el trabajo era capaz de aliviar. Mientras mantenía ocupada su mente se olvidaba de pensar en los problemas que se le venían encima con su nueva situación. Sin ser consciente de ese cambio radical al que se enfrentaba, pasaba el tiempo tratando de negar lo evidente. La soledad había inundado su vida y así permanecería de no remediarlo.
Pero, una soleada mañana despertó con un cambio de actitud inimaginable para esa familia que tanto había reclamado su presencia. No sabía qué ni quién había originado ese "despertar" ante el mundo real, mas decidió no averiguarlo. Volvió a renacer, a disfrutar de la vida y de los pequeños momentos que la hacían feliz junto a su familia. Siempre recordó aquella etapa de su vida como un mal sueño del que, felizmente, logró salir a tiempo. Jamás habló a nadie sobre esa temporada en la que se sintió sumida en el abismo de una incontrolable locura y en las tinieblas de la depresión. Ahora era completamente feliz. Sin saberlo, un aire fresco que entró por su ventana esa mañana la salvó del más triste de los finales. Pero nunca reparó en ello. Ese pequeño y a la vez gran empujón dio un giro de 180º a su vida y siempre estaría agradecida por esto.
Pero, una soleada mañana despertó con un cambio de actitud inimaginable para esa familia que tanto había reclamado su presencia. No sabía qué ni quién había originado ese "despertar" ante el mundo real, mas decidió no averiguarlo. Volvió a renacer, a disfrutar de la vida y de los pequeños momentos que la hacían feliz junto a su familia. Siempre recordó aquella etapa de su vida como un mal sueño del que, felizmente, logró salir a tiempo. Jamás habló a nadie sobre esa temporada en la que se sintió sumida en el abismo de una incontrolable locura y en las tinieblas de la depresión. Ahora era completamente feliz. Sin saberlo, un aire fresco que entró por su ventana esa mañana la salvó del más triste de los finales. Pero nunca reparó en ello. Ese pequeño y a la vez gran empujón dio un giro de 180º a su vida y siempre estaría agradecida por esto.