jueves, 6 de septiembre de 2012

El reencuentro


Se despertó con el corazón acelerado, latiendo a cien por hora, como si acabara de tener una horrible pesadilla. Aquella noche soñó que se volvían a reencontrar. Había pasado muchas noches en vela mirando la luna sentada junto a la ventana, ensimismada, anhelando poder estar junto a él. Nunca antes había soñado con ese reencuentro, aunque empeñó todas sus fuerzas alimentándose de los recuerdos vividos junto a él. Esa noche fue especial, pues el sueño que parecía un sueño lo había vivido con tal intensidad que incluso parecía real.

Hacía meses que no lo veía. Él se había tenido que marchar del país por trabajo. España estaba sumida en una gran depresión económica y las esperanzas de encontrar trabajo cada vez iban siendo más nulas. Con gran tristeza tuvo que dejar a su esposa y a su hijo para marchar en busca de la tierra prometida. Alemania parecía ofrecerle mejores posibilidades y estabilidad económica, pero ella tenía que permanecer atada a esa televisión local en la que había sido contratada hace diez años en plantilla fija. 

En la vida hay decisiones que cuesta tomar, pero ésta había sido, sin duda, la más difícil de su vida. Llevaban casados quince años, luchando contra viento y marea para que la relación fuera sobre ruedas. Nada impidió que fueran felices en todo este tiempo. Pero ahora, había una gran distancia entre ellos, y eso le reconcomía la cabeza una noche tras otra sin lograr conciliar el sueño. Confiaba en él, sabía que la situación era temporal hasta que las cosas fueran mejor, sin embargo, no tenía fuerzas para seguir adelante sola. 

Cada noche miraba la luna, que le recordaba a tantas noches que había pasado junto a él observándola entre un manto de estrellas. Se sentía amada pero la distancia empezaba a hacer mella en sus sentimientos. Se escribían a menudo, pero se llamaban en contadas ocasiones, pues la factura engordaba de una manera brutal cada minuto que pasaba. 

La distancia se hacía cada día más insoportable de manera inexplicable. No vivía, no comía, no dormía; no era feliz. La felicidad se la había arrebatado la cruel y tremenda crisis que estaba asolando todo el país sin distinguir de clases sociales. No tenía motivo para quejarse, al fin y al cabo, tenía una casa y un hijo al que criar, y no lo estaba haciendo nada mal. A veces en la vida no podemos tener todo lo que queremos, por ello, hay que alegrarse por lo que tenemos y disfrutarlo sin complicaciones.

Quedaban dos meses para que volviera su marido. A veces no estaba segura de si él volvería. Quizás Alemania fuera un bonito lugar para vivir y, de repente, por algún motivo, él decidiera continuar su estancia en aquel país extraño que estaba aprendiendo a conocer a golpe de sufrimiento. Quizás sólo eran pensamientos negativos motivados por su ausencia. Él estaba deseando volver a ver a su familia, no cabía duda. Estamos tan acostumbrados a pensar en el futuro y en las cosas que anhelamos con todas nuestras fuerzas, que se nos olvida disfrutar de cada maravilloso instante que el presente nos aguarda para sorprendernos con las maravillas de la vida. 

Desde esa noche, ella dejó de soñar con su ansiado reencuentro y aprendió a disfrutar de la vida en todo su esplendor, pues aprendió una gran lección. Si de vez en cuando disfrutáramos de las pequeñas cosas que la vida nos regala, seríamos un poquito más felices cada día.

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